martes, 30 de agosto de 2011

CARGANDO BALDES

Por: Jose de J. Bobadilla

Cuentan que en un pueblo la necesidad primaria más insatisfecha era la de agua potable. La única posibilidad era traerla de un pozo lejano al que por la distancia muy pocos tenían acceso.
Después de varios debates sobre el problema el alcalde del pueblo decidió, para mantener una sana competencia, contratar a dos hombres que se pusieran al frente de surtir de agua al pueblo. Uno de los hombres, muy racional y serio en sus compromisos, al día siguiente apenas abrieron el comercio compró el mayor numero de baldes que su presupuesto le permitió y se fue con su esposa y sus hijos a trastear agua desde el pozo hasta el pueblo y le cobraban a cada usuario por cada balde que traían. Aquel hombre no tardó mucho en darse cuenta que no era suficiente con su familia y entonces contrató un grupo de personas para cargar más baldes; muy pronto el camino que conducía del pozo al pueblo parecía una verdadera romería que como hormigas descendían de la escarpada montaña. El hombre y su cuadrilla trabajaban largas y agitadas jornadas y sus pequeños ingresos, aunque permanentes, solo les alcanzaban para sobrevivir.

El otro hombre, decidió dedicar parte de su tiempo no productivo a pensar y a diseñar una mejor idea que solucionara aquel problema, al cabo de menos de tres años construyó una enorme tubería, la que conectó desde el pozo hasta el pueblo, instaló grifos en las casas y empezó a cobrar a todos los habitantes por el agua que llegaba. La gente estaba maravillada por el revolucionario invento y todos los días se extasiaban al frente de las llaves viendo derramar el precioso liquido que por años les había echo tanta falta. Muchos decidieron durante días dejar las llaves abiertas como símbolo de expiación y varios se bañaron el cuerpo hasta el cansancio.

Pronto el primer hombre y toda su cuadrilla empezaron a tener problemas con el contrato porque nadie necesitaba ahora de sus servicios, hubo que despedir a las personas y todos se fueron a la bancarrota.
Robert Kiyosaki (autor de la serie Padre Rico, Padre Pobre) quien es el que trae el cuento en uno de sus libros reflexiona: en la vida real nosotros también, o estamos cargando baldes, o nos dedicamos a construir acueductos. Personalmente cuando leí el relato era empleado y ahí mismo me di cuenta de que estaba haciendo lo primero. Infortunadamente la educación que recibimos nos lanza toda la vida a cargar baldes (40 o 50 años en el mundo laboral, trabajando muchas veces para otro, para que al final sólo nos quede una mísera pensión). Pero una vez uno se da cuenta de esto, se concientiza de la importancia y urgencia de buscar maneras de aprender a construir acueductos (empresas o negocios en la Nueva Economía).

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